INTRODUCCIÓN
El
presente ensayo es una síntesis de la introducción y los primeros ocho
capítulos del libro “Teoría del
Desarrollo capitalista”, publicado por primera vez en 1942 por Paul Marlor Sweezy. No obstante, no es
esta su única obra, ha indagado sobre los monopolios[1]
(tema de tesis de Sweezy); se apoyó en las tendencias de la Teoría de la
competencia imperfecta y aplicó los instrumentos del microeconomista para
explicar el comportamiento de los propietarios y los motivos para que
apareciera un exceso de capacidad en el sector en el siglo XIX, explicó los
rasgos particulares de la unión en el sector del carbón a principios del siglo
XIX en Inglaterra, como resultado del desarrollo de la producción en gran
escala, que generaba una tendencia de la “capacidad productiva a sobrepasar al
mercado”. La amenaza de una competencia sin cuartel y sus implicaciones para
los beneficiarios. Las consecuencias de la promoción de los monopolios, en lo que respecta los mercados y
a las oportunidades de inversión. Los efectos de una subida salarial y su repercusión
en la reducción de los beneficios; entre otras muchas investigaciones.
De
modo introductorio debemos señalar que este autor fue un economista
norteamericano marxista y fundador de la influyente revista "Monthly
Review"[2],
ha indagado en muchas direcciones para encontrar la respuesta sobre la sociedad
y el cambio social. Planteándose interrogantes sobre los “Estudios del desarrollo del capitalismo “de Maurice Dobb, así como
la importancia del debate que plantea la transición al socialismo, entre otros
muchos temas, entre los que podemos destacar:
·
Fue descrito como el “Decano” de la
economía radical. El libro que vamos a sintetizar se conoce como la teoría
económica marxista durante la década de 1950 y 1960. Sin embargo esta obra no
es sólo una introducción de la economía de Marx, sino que se formuló para
explicar las condiciones de la “Depresión” que estuvieron en sus origines, la
expansión de la posguerra (la “edad de oro”) y las posteriores crisis de los
años 1970 y 1980.
·
Se consolidó como un importante
estudioso, gracias al ensayo sobre la curva de demanda oligopolista. Así, en el
momento de la publicación del libro “Teoría
del Desarrollo capitalista”, su prestigio incrementó de manera
significativa; dando a conocer una tradición de estudio marxista hasta entonces
inaccesible para los anglófonos.
·
Abrió el debate sobre el problema de la
“transformación” marxista de los valores en precio y su consideración de los
trabajos de Ladislaus Von Bortkiewicz; y, el debate sobre la teoría marxiana
sobre la distinción del “problema del valor cuantitativo y el problema del
valor cualitativo”[3]
(Destacó la distinción de Marx entre trabajo “abstracto” y trabajo “concreto”
que formaba parte del núcleo central del “problema del valor cualitativo”). Marcó
una distancia entre la teoría del valor de Marx y de la economía política clásica, criticando la
obra de Dobb sobre sus Teorías del valor y la distribución desde Adam Smith:
ideología y teoría económica.
·
Adoptó la distinción entre lo
cualitativo y cuantitativo, y se anticipó a los posteriores debates sobre el
valor que se desarrollarían entre neorricardianos y marxistas en la estela de
los trabajo de Sraffa. También aportó de manera significativa de la tradición
clásica del valor del trabajo concreto incorporado por su hincapié en la
importancia de la “demanda”.
·
Argumentó que desde el punto de vista de
Marx sobre la crisis y los ciclos económicos, existe una diferencia
significativa del de los economistas convencionales, los cuales daban por
sentado que “la crisis no es el resultado sino más bien la causa de un déficit
en la demanda efectiva”.
·
Sobre la teoría del valor, explicó que
ésta estaba implícita en una teoría de crisis, que emanaba de la incapacidad de
los capitalistas para vender las mercancías por su valor. Y que en raíz de dicha
crisis, se encontraba la contradicción entre la producción de valores de uso y
el objetivo de generar una plusvalía, la contradicción fundamental del
capitalismo.
·
Explicó la Teoría del “subconsumo” de la
crisis capitalista y puso de manifiesto su presencia en innegable en los textos
de Marx (no obstante, existían unas lagunas en esa teoría).
·
Emprendió el proyecto para completar la
obra de Marx, con una cuidadosa formulación de la teoría marxiana del
subconsumo.
Por
último, cabe señalar que profesor de Economía del socialismo en Harvard, en
1983; intentó mejorar el nivel del
tratamiento del marxismo, a través de su cátedra. Trabajó para llegar a ser un
“marxista autodidacta”, puesto que comprendía la importancia del maxismo; rindió
al mismo el cumplido de comprender y reconocer la corriente intelectual más
importante de la época.
LA
TEORÍA GENERAL DEL ESTANCAMIENTO CAPITAL
Sweezy
propuso en su “Teoría del subconsumo”, la demostración de que el capitalismo
presenta una tendencia a ampliar la
capacidad de producción de artículos de consumo más rápidamente que la demanda
de artículo de consumo. Señalando que esta tendencia se puede manifestar desde
dos vertientes. En primer lugar, cuando se reduce la capacidad de producción
por el exceso de producto, existe una tendencia a que exista una crisis. En un
segundo caso, cuando la capacidad no se amplia “porque se comprende que la
capacidad adicional sería redundante, en relación con la demanda de las
mercancías que pudieran producir; entonces, la tendencia no se manifiesta en
una crisis, sino más bien, en un estancamiento de la producción. Por lo tanto,
un estancamiento en la producción, deberá entenderse como un estado de cosas
normal en las condiciones del capitalismo.
Resultaría
más exacto describir la argumentación de Sweezy como una teoría de la crisis
basada en la sobreacumulación más que en subconsumo.
Así, es razonable pensar que lo esencial es el reconocimiento de que la
inversión no sólo es un componente de la demanda agreda, también aumenta la
capacidad productiva.
La
teoría de la crisis de Sweezy equivalía, entonces, al argumento de que
normalmente no se cumpliría dicha condición; en consecuencia, si la división
proporcional de la producción es precisamente la que prescribe la condición de
equilibrio para la reproducción ampliada, entonces la oferta y la demanda deben
equilibrarse exactamente. Sin embargo, dicha condición como caso norma iba en
contra de la característica específica del capitalismo, a saber, que es un
sistema en el que el objetivo de la producción no es su armonización sino la
expansión del capital.
Sweezy
propuso que la potencia de las nuevas industrias como fuerza contrarrestante
dependía de la parte relativa de la inversión total que absorbiesen; aun
continuaría apareciendo nuevas industrias, su importancia relativa
disminuiría a media que el país se fuera industrializando. Es decir, con el
tiempo, siempre existirá una tendencia a paralización de la producción,
derivada del total abastecimiento de la población.
Por
otro lado, una tasa decreciente de crecimiento de la población supondría el
eclipse dramático de otra fuerza contrarrestantes fundamentales del capitalismo
desarrollado. Es por ello que si a mi
entender, si no existe una planificación de la producción, esta siempre tenderá
a disminuir, salvo que existan factores externos que ocasionen su incremento.
Por ejemplo, nuevas tasas de crecimiento, nuevas poblaciones, es decir, nuevos
consumidores. No obstante, a pesar de todo ello, en algún momento, toda la
población será abastecida, no consumirá más bienes y de esa paralización del consumo, se generará un
excedente en la producción y entraremos nuevamente en una crisis.
He
aquí el resultado de que en los países capitalistas maduros y desarrollados,
los efectos en la reducción de la demanda, producen un estancamiento crónico en
las economías consumistas o capitalista. Es decir, el subconsumo es una
enfermedad de la vejez.
La
Teoría del desarrollo capitalista no guardaba silencio sobre el tema de los
monopolios. Sweezy describió que la tendencia a un aumento de los precios y de
los beneficios en los sectores concentrados, la reticencia a ampliar la
producción en dichos sectores. Identificó como una fuerza contrarrestante el
aumento de los costes de venta como resultado de la competencia no basada en
los precios, característica de las industrias concentradas.
Sweezy
siguió a Hasen en la insistencia en la importancia del declive del crecimiento
de la población, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y las
consecuencias de éstas frente al modelo capitalista de producción y consumo.
La
obra de Sweezy, a parece como una crítica a los Keynesianos desde una
perspectiva marxista.
El
problema central de lo inadecuado de las soluciones Keynesianas es que no veían
el problema en la “manifestaciones de la verdades naturaleza del propio sistema
capitalista”. En consecuencia, si bien Keynes “pudo demostrar la irreflexiva de
la ley de Say, pero estaba afirmando de hecho la imposibilidad de lo que en
realidad estaba ocurriendo”. Sin poder
dar una crítica de la sociedad existente con su modelo capitalista.
Keynes
atribuía los problemas de sociedad a un fallo intelectual y no al colapso de un
sistema social, es decir, como expuso Sweezy, puede decirse que los keynesianos
veían la crisis del capitalismo como una crisis del intelecto.
LA TEORÍA GENERAL EN LA EDAD DE ORO
Para
Steindl, el efecto de una tasa de explotación creciente en el ámbito de la
producción no se reflejaría en un incremento real del excedente conseguido
sino, más bien, en un menor grado de utilización de la capacidad, “de manera
que no existe un desplazamiento de la renta potencial de los trabajadores al
despilfarro en forma de exceso de capacidad.” Así, respondiendo a la crítica de
Kaldor, que argumentó que un excedente creciente es del todo compatible con una
parte de los salarios en la renta nacional estable (e incluso creciente), “por
la sencilla razón de que el incremento del excedente adopta la forma de un
incremento del despilfarro. En efecto, se había producido una generalización de
la categoría del despilfarro. A través de varias formas: el excedente de
crecimiento se puede consumir (i); invertir (ii); y se puede despilfarrar
(iii). Dada la incapacidad natural y la inversión capitalista para absorber el
excedente que el capitalismo monopolista era capaz de producir, el despilfarro
había llegado a ocupar el centro del análisis de esta teoría de Sweezy.
Aunque
Marz había tratado los gastos asociadoS a la venta de las mercancías como una
deducción de la plusvalía total, Baran y Sweezy proponían que la promoción de
venta había “llegado a desempeñar un papel, tanto en el aspecto cuantitativo
como cualitativo, que superaba cuanto jamás pudiera haber llegado a imaginar
Marx. Por lo tanto, ese excedente que no habría producido en ausencia de un
despilfarro como el que suponía la publicidad; pero también el gasto público y
el imperialismo. Es por ello que para Baren, el sistema necesitaba el
despilfarro para “absorber el excedente económico sobrante u ofrecer un
estímulo adecuado para una inversión adicional mediante la demanda agregada.
Para
Baran y Sweezy, la ignorancia en el proceso de trabajo no suponía que se
hubiesen olvidado de la lucha de clases, sino que se habían argumentado que el
aumento de los salarios de los trabajadores siderúrgicos se realizaba a expensa
de los consumidores de acero; y esto no era privativo de un sector concreto,
así que, el reparto de los beneficios monopolistas incrementan entre las
grandes empresas y unos sindicatos fuertes se generaliza en los sectores de la
economía organizada de forma monopolística.
En
1971 Sweezy llegaba a la conclusión de que durante el periodo de la posguerra
había quedado cada vez más claro que la contradicción principal del sistema, al
menos en el periodo histórico actual, no se da en la parte desarrollada sino
entre las partes desarrolladas y subdesarrolladas y que en el sistema
planetario, los sujetos revolucionarios habían pasado a ser “la masa de esos
dominios explotados”.
Teoría
del desarrollo capitalista no guardaba silencio sobre el tema de los
monopolios. En un apartado posterior, Sweezy describió la tendencia a un
aumento de los precios y de los beneficios en los sectores concentrados, la
reticencia a ampliar la producción en dichos sectores (debido al efecto
potencial sobre la tasa de ganancia), un sesgo creciente a favor de las
innovaciones economizadoras de fuerza de trabajo y la posibilidad de que el
aumento de los monopolios condujese a un aumento de la tasa de plusvalía, con
lo cual reforzaría la tendencia al subconsumo. En este sentido, el efecto de
los monopolios intensificaba claramente la tendencia inherente del capitalismo.
Por otro lado, Sweezy identificó como una fuerza contrarrestante el aumento de
los costes de venta como resultado de la competencia no basada en los precios,
característica de las industrias concentradas; esa fue la única
característica
que consideró explícitamente en la explicación de la tendencia general al
estancamiento. Keynes y el argumento de
su más destacado paladín norteamericano, Alvin Hansen (que se incorporó al
equipo docente de Harvard en 1937), sobre el estancamiento secular. En efecto,
Sweezy recibió sin duda alguna una profunda influencia de Keynes y Hansen. Como
observó en 1946, «la sensación de liberación y de estímulo intelectual que
generaba de inmediato la Teoría general» solo pueden apreciarla plenamente
quienes se formaron como economistas durante el período anterior a 1936. Análogamente,
en una recensión de Full Employment or
Stagnation de Hansen, en 1938, calificó de “brillante y profundo” el
análisis de este último y, varios años después, elogió la contribución de
Hansen a un «renacimiento de la economía científica». La influencia de Hansen,
en particular, es ciertamente visible, no solo en Teoría del desarrollo
capitalista sino también en un libro publicado en 1938, An Economic Program for
American Democracy (Un programa económico para la democracia americana), en el
que colaboró Sweezy Entonces, ¿Sweezy era tan solo un keynesiano de izquierdas
en aquella época? A pesar de que en Teoría del desarrollo capitalista había
elementos inspirados claramente en Keynes y Hansen, eso no basta para concluir
que se le pueda considerar un keynesiano; como tampoco se puede considerar
ricardiano a Marx por parecidos motivos. Lo que cuenta es el marco en el cual
incorporaron dichos elementos. Si bien Sweezy siguió a Hansen al insistir en la
importancia del declive del crecimiento de la población, ofreció una
explicación completamente distinta; igual que hizo Marx con las teorías
clásicas, como la de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Sobre
todo, la obra de Sweezy aparece como una crítica a los keynesianos desde una
perspectiva marxiana.
En lugar de concentrar la atención en los
elementos keynesianos que se encuentran en Sweezy, lo que en verdad hay que
preguntarse es cómo, trabajando dentro del marco neoclásico, Keynes llegó a
elaborar una argumentación tan fácilmente absorbible dentro de un marco
marxiano. Igual que Marx había argumentado que los economistas políticos no
comprendían el fundamento subyacente de sus propias leyes (teorías), Sweezy
también insistió constantemente en que los keynesianos sabían qué ocurría
durante la Depresión pero no comprendían por qué ocurría. “Hansen comprende muy
bien qué va mal en nuestra economía actual, y eso es bueno. Pero planteen la
pregunta que se hace este libro: ¿por qué han ido así las cosas? y no encontrarán
mayores respuestas.” El problema central
lo constituía, evidentemente, lo inadecuado de las soluciones keynesianas.
Los keynesianos –indicaba Sweezy– no veían que
los problemas eran “manifestaciones de la verdadera naturaleza del propio
sistema capitalista”. En consecuencia,
si bien Keynes “pudo demostrar que sus colegas economistas, con su aceptación
irreflexiva de la ley de Say, estaban afirmando de hecho la imposibilidad de lo
que en realidad estaba ocurriendo”, Sweezy argumentó que, en cambio, había sido
incapaz de proceder luego a una crítica de la sociedad existente.
Durante
la Edad de oro. En efecto, a ella se incorporó un nuevo elemento. Al describir
su teoría en 1980, Sweezy indicó que ésta «se apoya en, o combina, una línea de
pensamiento que tiene su origen en Michal Kalecki y alcanzó su plena expresión
en la obra de Steindl, publicada a principios de los años cincuenta, Maturity
and Stagnation in American Capitalism (Madurez y estancamiento en el
capitalismo estadounidense)». A pesar de la “curiosa ausencia en la teoría
keynesiana» de la conexión entre monopolio (en el plano microeconómico) y
estancamiento (en el plano macroeconómico), Kalecki había integrado ambas
cosas. “Y, evidentemente, Steindl siguió el ejemplo de Kalecki”.
Este reconocimiento de una influencia teórica
ya había aparecido antes en el libro de Paul Baran y Sweezy Monopoly Capital
(El capital monopolista) (que Sweezy describió como una “versión más simple” de
la argumentación de Kalecki/Steindl). Allí Baran y Sweezy elogiaban a Kalecki y
Steindl por haber integrado en sus modelos macroeconómicos el monopolio en el
plano microeconómico. Y, como señalaban, “cualquiera que esté familiarizado con
la obra de Kalecki y Steindl reconocerá fácilmente que los autores de la
presente obra les deben mucho.”
Señaló
que en una industria competitiva, esos ahorros eran sensibles a la demanda: con
una escasez de capacidad productiva, los elevados márgenes de beneficio
resultantes aumentarían el ahorro interno y, por consiguiente, la acumulación;
análogamente, un exceso de capacidad productiva generaría una competencia, que
reduce los márgenes de beneficio y, por consiguiente, el ahorro interno.
Pero en las industrias oligopolistas, no se
remediaba de ese modo el exceso de capacidad porque se evitaba la competencia
de precios y “por esto existe un sesgo permanente a favor de unos márgenes de
beneficio elevados y un exceso de capacidad”.
Además,
el exceso de capacidad desanima de la inversión adicional mientras que una
diversidad de factores inhiben la afluencia de la inversión hacia los sectores
competitivos. La teoría de Steindl contenía, por consiguiente, una explicación
del estancamiento a largo plazo de la acumulación de capital asociado a un
declive secular de la competencia.
Sin embargo, como hemos visto, todos esos
elementos ya estaban presentes en la obra del propio Sweezy. Por otra parte, se
podría considerar que dotar a los mismos de un principio organizador constituyó
una aportación fundamental. El lugar adecuado para examinar la nueva
combinación es Monopoly capital, que Baran y Sweezy empezaron a escribir en la
primavera de 1956, mientras Baran estaba concluyendo su Political Economy of
Growth
El
motivo central del “estancamiento de la ciencia social marxiana» era no haber
situado el monopolismo en el centro del análisis. El proyecto, un intento de
«remediar esta situación de manera explícita y francamente radical», estaba
organizado en torno a “un tema central: la generación y absorción del excedente
bajo condiciones de capitalismo monopolista.”
Aparte del aparente desplazamiento
terminológico de la plusvalía al concepto de “excedente”, lo que llama de
inmediato la atención es el concepto de absorción del excedente. Baran había
considerado explícitamente ambos aspectos en su libro (inspirado en Kalecki y
Steindl y también en Sweezy). De hecho, en 1956, después de leer las galeradas
de The Political Economy of Growth, le había escrito a Sweezy expresando su
esperanza de que el análisis del capitalismo monopolista contribuyese a
arrancar al “pensamiento marxista sobre
el capitalismo monopolista del punto muerto en que se encuentra para conducirlo
a considerar con mayor profundidad lo que ambos consideramos el quid de la
cuestión: la generación y absorción del excedente económico.”
Como concepto, la generación del excedente no
planteaba especiales dificultades a primera vista. El análisis introductorio
examinaba la capacidad de las grandes empresas para mantener unos precios altos
y evitar la competencia de precios, a la vez que reducían los costes de
producción. Después de hacerse, así, con la parte del león del aumento de la
productividad, la proyección se caracterizaba por unos márgenes de beneficios
continuamente crecientes; a diferencia de la argumentación anterior de Sweezy,
el núcleo central lo constituía ahora una tasa de explotación creciente en el
ámbito de la producción.
Quedaba implícito, por lo tanto, un aumento de
la parte del producto nacional correspondiente a los beneficios y, de hecho, una
ley del capitalismo monopolista según la cual el excedente tiende a aumentar
tanto en términos absolutos como relativos con el desarrollo progresivo del
sistema. No obstante, como subrayaron Baran y Sweezy respondiendo a una
argumentación de Nicholas Kaldor, ese crecimiento relativo del excedente no
quedaba necesariamente de manifiesto en las estadísticas de las cuentas
nacionales. Lo que se planteaba era el problema de la realización del valor
excedente, un problema más crónico que en tiempos de Marx. En efecto, solo los
beneficios realizados quedan registrados; y los beneficios potenciales dejan su
huella en el registro estadístico bajo la forma paradójica de desempleo y
exceso de capacidad.
La genealogía de esta argumentación está
clara. Su origen se encuentra en Kalecki: Imagínese, por ejemplo, que como
resultado del aumento del grado de monopolio, aumenta la parte relativa de la
renta bruta correspondiente a los beneficios. Éstos se mantendrán invariables
puesto que continuarán estando determinados por la inversión, que depende de
las decisiones de inversión pasadas, pero los salarios reales y la renta o el
producto brutos se reducirán. El nivel de renta o de producción disminuirá
hasta el punto en que la mayor parte relativa de los beneficios genere el mismo
nivel absoluto de beneficios.
Aunque Kalecki había considerado la
posibilidad de un crecimiento retardado y el potencial de crecimiento de la
capacidad no utilizada, quien ejerció una influencia directa sobre Monopoly
Capital fue Steindl. Éste argumentó que el motivo de que no se observe una
reducción de la parte de la renta correspondiente a los salarios (o un aumento de
la parte correspondiente a los beneficios) cuando aumenta el margen de
beneficios bruto es que el aumento de la parte correspondiente a los beneficios
solo es potencial, o sea que solo existe como tendencia. Por consiguiente, el
aumento del oligopolio incrementa la producción de valor excedente, pero este
último solo se puede realizar en la medida en que exista un volumen
correspondiente de inversión y de consumo de los capitalistas. Si dicho volumen
no aumenta, el aumento de la tasa de valor excedente producido no se traducirá
en ningún incremento del valor excedente realizado, sino solo en exceso de
capacidad.
Por lo tanto, para Steindl, el efecto de una
tasa de explotación creciente en el ámbito de la producción no se reflejaría en
un incremento real del excedente conseguido sino, más bien, en un menor grado de
utilización de la capacidad, de manera que no existe un desplazamiento de la
renta real de los salarios a los beneficios, sino un desplazamiento de la renta
potencial de los trabajadores al despilfarro en forma de exceso de capacidad.
Marx había tratado los gastos asociados a la
venta de las mercancías como una deducción de la plusvalía total, Baran y
Sweezy proponían que la promoción de ventas había llegado a desempeñar un
papel, tanto en el aspecto cuantitativo como cualitativo, que superaba cuanto
jamás pudiera haber llegado a imaginar Marx». Y, en esencia, ese nuevo papel
consistía en que la publicidad y otros gastos asociados a la venta habían
llegado a constituir un importante modo de utilización del excedente económico.
Se trataba de un despilfarro de recursos, pero con la presencia de desempleo y
de capacidad no utilizada; dichos recursos habrían permanecido inutilizados en
otro caso: la publicidad genera una adición neta a la inversión y a la renta.
Eso suponía un cambio de posición. Sweezy
había argumentado anteriormente que el aumento de los gastos asociados a las
ventas actúa como una fuerza contrarrestante frente a la tendencia general del
capitalismo al subconsumo/sobreacumulación, toda vez que desvían la expansión
de las fuerzas productivas «por canales socialmente innecesarios y, por lo
mismo, de despilfarro. En El capital monopolista, en cambio, ese despilfarro de
recursos no solo incrementa el producto sino que la promoción de ventas
absorbe, directa e indirectamente una gran cantidad de excedente que de lo contrario
no se habría producido.
Se introducía un concepto operativo muy
distinto: un excedente que no se habría producido en ausencia de un despilfarro
como el que suponía la publicidad (pero también el gasto público y el
imperialismo). Si bien ese concepto era coherente con el marco de
Kalecki/Steindl, en Monopoly Capital
algunas de sus características distintivas procedían de Baran. Se había
producido un desplazamiento del “excedente
real” al “excedente potencial”,
esto es, al excedente que se produciría y realizaría con un nivel de pleno
empleo.
En el contexto del trabajo de Baran sobre los
países subdesarrollados, el hincapié en la utilización de recursos disponibles
no utilizados o subutilizados y la necesidad de movilizar el excedente
económico potencial para desarrollar las fuerzas productivas se hacía eco de
las preocupaciones de los economistas clásicos. Hacer extensivo el concepto de
excedente potencial al capitalismo monopolista suponía, empero, un importante
desplazamiento del foco de atención. Como ha observado Harry Magdoff en
relación con el desarrollo del concepto en Baran, el excedente potencial es un
concepto activo, operativo: permite comprender el despilfarro, la ineficiencia
y las posibilidades incumplidas del capitalismo monopolista.
Para Baran, el sistema necesitaba el despilfarro
para absorber el excedente económico sobrante u ofrecer un estímulo adecuado
para una inversión adicional mediante la expansión de la demanda agregada; y Monopoly Capital siguió su argumentación
en ese aspecto. Además de apoyarse en Kalecki y Steindl en lo que se refiere a
la relación entre el monopolio y la tendencia al estancamiento, la obra también
hizo extensivo a la categoría del despilfarro el modo en que Kalecki había
tratado el déficit presupuestario y el excedente de las exportaciones, mediante
la incorporación del concepto de excedente económico potencial.
Este
último no dejaba de ser, sin embargo, un elemento problemático, especialmente
en lo respecta al intento de determinar el excedente potencial sumando los
diversos componentes del despilfarro a los beneficios (y otras rentas de la
propiedad). No obstante, combinado con el marco de Kalecki/Steindl, permitió
que Monopoly Capital respondiera a los dos interrogantes que allí se
planteaban: por qué no se había repetido una severa depresión y por qué el
capitalismo monopolista era un terreno yermo.
En la década de 1930, Sweezy había formulado
la pregunta oportuna: ¿por qué presenta
el capitalismo una tendencia al desempleo crónico y al estancamiento? En la
Edad de oro del capitalismo, Monopoly Capital se planteaba otra pregunta
igualmente oportuna. Y sus respuestas encontraron una audiencia receptiva en el
marco de los gastos asociados a las ventas y los impuestos –en la medida en que
se detraen de la plusvalía– reducen la tasa de explotación realizable y, por
consiguiente, la pendiente de la línea que representa la parte de los beneficios
(es decir, aumentan el producto pero no los beneficios). Es lógico sumarlos
para reconstruir el excedente generado en el marco de la producción. En cambio,
estimar el excedente sumando a los beneficios el gasto indiferenciado del
gobierno y la publicidad (conforme a la teoría de que éstos “absorben” una
parte del excedente) supone contar dos veces los beneficios que aquéllos
posibilitan.
En
Monopoly Capital se descuida casi por
completo un tema que ocupa un lugar central en el estudio marxiano del
capitalismo: el proceso de trabajo. Cuestiones como la naturaleza del trabajo,
la psicología de los trabajadores, las formas de organización de la clase
obrera, etc., todos ellos temas obviamente importantes –reconocían los autores–
que se tendrían que tratar en cualquier estudio completo del capitalismo
monopolista, estaban ausentes.
Aunque
Sweezy sugirió luego que la laguna se debía a que él y Baran carecían de «la
cualificación necesaria» -de «la experiencia directa crucialmente importante»-,
el silencio tenía un fundamento algo más profundo.
Baran y Sweezy insistieron en que ignorar el
proceso de trabajo no suponía que se hubiesen olvidado de la lucha de clases: La
iniciativa revolucionaria contra el capitalismo, que en tiempos de Marx
correspondía al proletariado de los países avanzados, ha pasado a las manos de
las masas empobrecidas de los países subdesarrollados que luchan para liberarse
de la dominación y la explotación imperialistas. Había un motivo para que así
fuera. Varios años antes, Sweezy y Huberman habían argumentado que el aumento
de los salarios de los trabajadores siderúrgicos se realizaba a expensas de los
consumidores de acero; y esto no era privativo de un sector concreto: «el
reparto de los beneficios monopolistas incrementados entre las grandes empresas
y unos sindicatos fuertes no se ha limitado a la siderurgia sino que ha sido
más bien bastante generalizado en los sectores de la economía organizados de
forma monopolista.
El proceso de trabajo capitalista y los
trabajadores desaparecieron, por lo tanto, como tema de Monopoly Capital porque no se consideraba que los trabajadores
actuasen como sujetos bajo el capitalismo monopolista. Los trabajadores
organizados se habían consagrado a cumplir el papel de socio menor de una
sociedad dominada por la Gran Empresa. Una opinión que no resulta sorprendente
en un país que no solo carecía de un movimiento revolucionario sino también de
un partido que representara a los trabajadores.
En
1967 señaló que los trabajadores del sector de producción habían conseguido
hacerse con una parte del aumento sustancial de la productividad, aunque
también citaba el argumento de Lenin en el sentido de que el botín imperialista
permite que los capitalistas puedan sobornar y atraer a su bando a una aristocracia
obrera.
Monopoly
Capital respondía de ese modo a otra pregunta: ¿qué se ha hecho de la clase
obrera? Un proletariado menos y no más revolucionario en los países
desarrollados era una característica inherente de la era del capital
monopolista. Sin embargo, el capitalismo se tenía que considerar como un
sistema mundial que comprende tanto a los (relativamente pocos) países
industrializados como a sus (relativamente numerosos) satélites y dominios y,
en ese sistema planetario, los sujetos revolucionarios habían pasado a ser las masas de esos dominios explotados.
En
1971, Sweezy llegaba a la conclusión de que durante el período de la postguerra
había quedado cada vez más claro que la contradicción principal del sistema, al
menos en el período histórico actual, no se da en la parte desarrollada sino
entre las partes desarrolladas y las subdesarrolladas.
EL MÉTODO DE MARX
Desde
un punto de vista formal, la metodología económica de Marx puede parecer
similar a la de sus predecesores clásicos y sucesores neoclásicos. Marx era un
resultado partidario del método abstracto-deductivo que fue una característica
muy acusada de la escuela de Ricardo. No obstante, Marx aceptaba y practicaba
lo que los teóricos modernos han llamado “el método de las aproximaciones sucesivas”,
que consiste en avanzar paso a paso de lo que más abstracto a lo más concreto,
eliminando suposiciones simplificadoras en las etapas sucesivas de la
investigación, de modo que la teoría pueda tomar en cuenta y explicar una
esfera cada vez más vasta de fenómenos reales.
El
principio de la abstracción es por sí mismo incapaz de rendir conocimiento; las
dificultades estriban en la manera de explicarlo. Surgiendo aquí dos
cuestiones. La primera: qué problema se examina? Y la segunda: ¿Cuáles son los
elementos esenciales del problema? Por citar algunos economistas que han
planteado para su estudio: “la naturaleza y la causa de la riqueza de las
naciones (Adam Smith); “las leyes que rigen la distribución de los productos de
la tierra (Ricardo); las acciones del hombre en los asuntos ordinarios de la
vida (Marshall); los precios y sus causas y corolarios (Davenport); la conducta
humana como una relación entre fines y medios escasos que tienen usos
alternativos (Robbins). La principal preocupación de Marx era la sociedad en su
conjunto y muy especialmente el proceso del cambio social. La economía política
es importante puesto que es una esfera donde el ímpetu del cambio social ha de
encontrarse. Marx no trataba de reducirlo a términos económicos, sino que intentó
descubrir la verdadera interrelación de los factores económicos y no económicos
en el conjunto de la existencia social.
Por
lo tanto, Marx se dedicó a estudiar la economía política, desde el punto de
vista de las leyes que rigen los cambios en la producción. A diferencia de
Hegel que ponía énfasis en el proceso y el desarrollo a través del conflicto
entre fuerzas opuestas o contradictorias (así descubrió lo que él llamó
conflicto de clase).
Marx
escribió el Manifiesto comunista en 1847 y como nota introductoria destacar
indicó que la historia de todas las sociedades que han existido hasta aquí es
la historia de la lucha de clases. Las fuerzas económicas en acción se
manifiestan en conflictos de clases bajo el capitalismo, como bajo las formas
anteriores a la sociedad.
[1]
“Monopoly and Competition in the English Coal Trade.”
[2] Tras el regreso de Sweezy a
Harvard después de la guerra, quedó claro que no tenía posibilidades de que le
volvieran a contratar como profesor; no obstante, dada su situación económica,
decide renunciar a su puesto y comenzó con Leo Huberman para crear la Monthly
Review.
[3] Señaló que “El economista no
puede ya confinar su atención a las relaciones cuantitativas que nacen de la
producción de mercancías; debe dirigir también su atención al carácter de las
relaciones sociales subyacente en la forma mercancía (…)” Véase infra, p. 62.
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